A la mañana siguiente, Sofía se encuentra
fatal.
No puede incorporarse en la cama porque
eso significaría que la habitación empezaría a bailar y dar vueltas a su
alrededor. Le duele la cabeza como si le fuera a explotar de un momento a otro.
No puede abrir los ojos porque la intensa luz la molesta. Y, para colmo, siente
náuseas.
Se da la vuelta en la cama y, una vez está
boca abajo y se ha protegido de la molesta luz, entreabre los ojos y mira
lentamente a su alrededor para intentar ubicarse en su habitación.
Mierda, esa no es su habitación.
Se incorpora un poco (ignorando las ganas
de vomitar y el mareo) e intenta recordar qué ocurrió la noche pasada, intenta
recordar dónde está. Pero simplemente recuerda haber bebido y…
Karma y Matt.
Cuando recuerda el desafortunado encuentro
con su mejor amiga y ese musculitos ligón, Sofía se enfada, incluso… ¿se pone
celosa?
No, Sofía, tú no puedes ponerte celosa. Si
a Karma le gusta Matt, pues no pasa nada, tiene todo el derecho del mundo a
enamorarse del típico atleta musculitos ligoncete con pinta de cabrón detrás de
quien van todas las niñatas mojabragas del instituto, ¿verdad?
Justo cuando su otra mitad del cerebro va
a contradecir esta frase, oye dos golpes suaves en la puerta. Luego, entra
Karma, y a Sofía se le olvida todo el enfado, toda la frustración, toda la
envidia.
Concretamente, se le olvida todo.
Karma lleva puesto solo una camiseta de
tirantes blanca muy ajustada y escotada. Y con “lleva solo”, es que solo
va vestida de cintura para arriba. De cintura para abajo lleva simplemente
unas braguitas, que Sofía, cálmate y respira, por tu bien.
- ¡Buenos días, dormilona! – Karma le
habla con una amplia sonrisa.
- Hola… - Sofía también sonríe.
- ¡Hala, qué voz de camionera, Sofi! –
Karma se ríe y Sofía, ante tal acto tan adorable, no puede sino imitarla. –
Bueno, ¿qué tal estás? ¿te encuentras muy mal?
- Estoy en…
- Estás en mi casa, Sofi, en mi cama.
Ayer, no sé si te acordarás porque ibas muy mal, pero te traje hasta aquí para
cuidarte, porque mis padres no estaban en casa. Y siguen sin aparecer – Karma hace
una mueca; un intento de sonrisa fallido -. Bueno, qué, ¿estás bien?
- Estoy bien… bien fastidiada.
Ambas ríen tras el comentario de Sofía.
- ¿Quieres que te prepare un café o algo?
- Uff, no me apetece mucho comer nada…
- Vamos, Sofi, tómate un café, te ayudará
a despejarte, te sentará bien…
Sofía asiente y se levanta casi al
instante de la cama. Karma se ríe tímidamente, y Sofía mira hacia donde Karma
la observa. Se pone roja y se tapa con la sábana la parte inferior del cuerpo.
- ¿Porqué…? – Dice Sofía. Tierra
trágame.
Karma se encoje de hombros.
- No sé… me dijiste que tenías calor a mi
lado y al instante te quitaste los pantalones. No me dio tiempo ni de darte un
pijama mío, te quedaste dormida al momento. No pensarás que porque ayer ocurrió
lo del beso luego quería violarte, ¿verdad?
Karma se ríe, pero Sofía se queda de pie,
con los ojos muy abiertos.
- Be… ¿beso?
- ¿No te acuerdas?
Sofía niega con la cabeza, ya que le
resulta imposible seguir hablando.
- Pues… - empieza a explicar Karma –
estábamos las dos aquí tumbadas en mi cama, juntas, y estábamos hablando… ¿de
qué estábamos…? ¡Ah, sí! De cuando nos encontraste a Matt y a mí en ese cuarto…
ya sabes – Sofía asiente -. Entonces te pregunté que si estabas celosa de Matt
– Karma empieza a acercarse a Sofía con elegancia; movimientos fluidos y
sensuales de los que Sofía no se da cuenta hasta que no tiene el cuerpo de
Karma a escasos centímetros de su propio cuerpo – y me dijiste que no… - Karma
levanta su mano y acaricia la mejilla de la otra – y te dije que estaba bien…
porque no tienes por qué estar celosa de Matt –acorta esos escasos centímetros
que separaban su cara de la de Sofía y la besa.
Primero es un suave roce de labios que
hace que Sofía sienta cosquilleos en el estómago, pero luego ese inocente beso
se convierte en algo más cuando Karma hace presión con su lengua en los labios
de Sofía para que esta los abra y, entonces, introduce su lengua en la boca de
la morena. Karma acaricia el pelo de Sofía, mientras que esta le acaricia la
nuca y, Sofía se marea, y no solo por la resaca. Conforme más profundo se hace
su beso, Sofía se enciende más y más, y cuando siente que empieza a enloquecer
y que ya no puede más nota cómo Karma se aparta de ella. Se aleja hacia la
puerta, mientras le dice, con una sonrisa:
- Entonces qué, ¿un café?
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Cuando Sofía se recupera del beso, decide
salir de la habitación e ir a buscar la cocina, donde seguramente que estaría
Karma.
Cuando llega allí, ve cómo en la encimera
hay una taza grande de oscuro café.
- Este es tu café – dice Karma -. Espero
que sea de tu agrado y te siente bien.
Y, sin más, sale de la cocina. Sin decirle
nada más. Casi sin mirarla.
Sofía coge rápidamente la taza y sigue a
Karma hacia el salón, donde ambas se sientan en el sofá, en silencio.
Tras un rato, Sofía carraspea.
- Y qué… ¿qué más pasó en la fiesta?
- Nada. Alcohol, música, mucha gente
liándose por toda la casa. Lo normal.
Silencio de nuevo.
Sofía no logra comprender por qué hace
unos minutos Karma la ha dejado sin aliento con ese beso tan apasionado y,
ahora, de pronto, casi ni habla, ni la mira.
- ¿Qué te pasa Karma?
Karma la mira fijamente.
- Nada.
- ¿Entonces por qué no hablas?
- Sí que estoy hablando.
- Estás hablando muy poco. Además, te veo,
no sé… rara.
Silencio. Karma suspira.
- Sofi, de verdad, no me pasa nada, ¿de
acuerdo? Vamos, tómate el café, te irá bien. Confía en mí, sé bastante sobre
resacas, y sé lo mal que se pasa. Te despejará.
Silencio de nuevo, mientras Sofía se toma
en silencio el café y Karma está sentada a su lado mirando al infinito, con una
expresión en el rostro que Sofía no logra interpretar bien, pero que sabe que
no significa nada bueno. De pronto, Karma se levanta del sofá y se va hacia la
cocina, lentamente, dejando a una preocupada Sofía en el salón, pensando por
qué Karma está así.